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Francisco Domínguez

jueves, 29 de septiembre de 2016

UN DÍA SIN CELULAR

Me levanté en la mañana como todos los días, había apagado el wi-fi de mi teléfono porque conociéndome seguramente iba a terminar con la tentación de entrar a redes sociales y ver que es lo que pasó en el mundo durante la noche.

Había desconectado el wi-fi ya que conociéndome, seguramente hubiese terminado inconscientemente entrando en internet o alguna otra app, el teléfono de pronto sin internet no me servía más que para ver la hora lo que lo hace parecer un inútil aparato que hay que tener cargándolo a todo lado. así que lo dejé en mi cuarto y me dispuse a empezar mi día.

Para el momento que llegué a la universidad se me hacia imposible encontrar gente, antes era un simple whatsapp y podía saber la ubicación de cualquier persona y sabía donde se encontraban, pero ahora toca darse la tarea de buscar a las personas, de movilizarse y preguntar si alguien lo o la a visto.

Para las 10 de la mañana en medio de una clase aburrida, parecía que el teléfono me llamaba, me pedía que por favor lo revisara, en ese entonces me di cuenta de cuanto dependo de él para funcionar como un ser humano normal.

La ansiedad que sentía al no saber que pasaba en redes me obligaba a hacerle conversación a todo el que pasara por lado mio, o intentaba entretenerme con lo que sea que hubiese a mi alrededor, desde la ventana hasta dibujar en un cuaderno.

Para el final del día ya estaba cansado de la tortura así que hice algo que no había hecho en años, ver televisión, yo pensaba que ya nadie lo hacía, y que la tele era solo para viejitos, pero soportar los comerciales era algo que me daba mucho sueño; me terminé durmiendo en el sillón con la tv prendida.



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